Alejandra Kollontai es probablemente la mujer más conocida entre
los revolucionarios rusos, la primera mujer elegida como miembro de
pleno derecho del Comité Central Bolchevique y la primera comisaria
(ministra) elegida después de la Revolución de Octubre de 1917.
Alejandra Kollontai es probablemente la mujer más conocida entre los
revolucionarios rusos, la primera mujer elegida como miembro de pleno
derecho del Comité Central Bolchevique y la primera comisaria (ministra)
elegida después de la Revolución de Octubre de 1917.
Para seguir el camino de un revolucionario, rompió no sólo con los
privilegiados aspectos de su clase, sino también con las normas y
expectativas asociadas con el papel de la mujer en la sociedad
capitalista. Ella nunca podría haberse contentado con ser la esposa o la
madre de alguien. Como le escribió a su segundo marido, el marinero
bolchevique Dybenko, al terminar su relación: “No soy una esposa para
ti, porque soy una persona primero y una mujer segundo… y eso es lo que
hay”.
Mientras participaba en la actividad política, incluyendo las
revoluciones de 1905 y 1917, su principal preocupación era cómo
involucrar a las mujeres de la clase trabajadora en la lucha por cambiar
la sociedad y cómo tanto el partido revolucionario y la nueva sociedad
podrían enfrentarse a su opresión específica.
Sus ideas, especialmente las relativas a las relaciones personales y a
la sexualidad, han demostrado ser polémicas y han estado abiertas a la
distorsión a través de los años. Pero los temas que ella persiguió en
muchos de sus escritos y actividades políticas tienen una resonancia y
una relevancia contemporáneas que hacen del estudio de su vida y sus
ideas un ejercicio muy útil para cualquier persona que lucha por la
transformación de la sociedad y por la liberación de las mujeres.
La doble opresión de la mujer
La consciencia política de Kollontai maduró gradualmente pero ella
describió un viaje a una fábrica textil en 1895 como un efecto decisivo
en su perspectiva de clase. La mayoría de las mujeres trabajaban entre
12 y 18 horas al día, prácticamente encarceladas, durmiendo en los
dormitorios de las fábricas. Su ambiente de trabajo y de vida estaba tan
contaminado que la mayoría no vivía mucho más allá de los 30 años.
Mientras ella visitaba la fábrica, el bebé de una trabajadora murió
al cuidado de la joven – un hecho no inusual. Hoy en día, en el mundo
neocolonial, muchas jóvenes trabajadoras, especialmente en las Zonas de
Acción Económica, experimentan condiciones similares.
Sin embargo, a pesar de tener que soportar tales condiciones de
trabajo opresivas, la década de 1890 vio los primeros movimientos de
militancia entre las trabajadoras.
El mismo año que Kollontai visitó la fábrica textil, más de mil
mujeres salieron a la huelga en una fábrica de cigarrillos en San
Petersburgo. Entre sus reivindicaciones se encontraba la oposición al
acaso sexual y comportamiento “grosero” de los patrones. El jefe de
policía de San Petersburgo dijo que un recorte en los salarios de las
mujeres podría ser compensado por “recoger algo de dinero extra en la
calle”. Esta fue sólo una de las muchas huelgas de mujeres trabajadoras
que tuvieron lugar en ese período.
Kollontai se involucró con el Partido Laborista Social Democrático
Ruso (RSDLP - que en 1903 se dividió en dos facciones, los Mencheviques y
Bolcheviques, y en 1912 se convirtieron en partidos separados). Pero no
fue realmente hasta después de la revolución de 1905 que Alexandra tomó
un interés activo en la campaña entre las trabajadoras.
En 1905, las mujeres constituían casi el 40% de la fuerza de trabajo
en Rusia, pero en general se consideraban, incluso por los
revolucionarios, “atrasadas” en términos de su conciencia industrial y
política. Las mujeres, sin embargo, participaron en la ola
revolucionaria de huelgas y empezaron a hacer oír su voz. Por ejemplo,
11.000 trabajadoras textiles participaron en una de las huelgas más
duraderas.
En su panfleto Hacia una Historia del Movimiento de Mujeres
Trabajadoras, Kollontai escribió: "A medida que la mujer trabajadora
llegó a comprender poco a poco el mundo en el que vivía y la injusticia
del sistema capitalista, empezó a sentirse más amargada por los
sufrimientos y dificultades que las mujeres experimentan. Las voces de
la clase trabajadora comenzaron a sonar incluso con más fuerza… para que
las necesidades concretas de las mujeres trabajadoras fueran
reconocidas”. El panfleto exigía permiso de maternidad remunerado,
tiempo libre para amamantar a los bebés y guarderías en el lugar de
trabajo.
La revolución de 1905 a 1907 también dio un impulso al movimiento
feminista en Rusia. Las mujeres de clase media exigían sus derechos
políticos junto con los nuevos partidos burgueses. Exigían el divorcio
accesible, la igualdad en los derechos legales y de propiedad, y por
supuesto, el derecho a voto.
Organizaciones feministas burguesas, como la Unión por la Igualdad de
la Mujer, afirmaron que luchaban por los derechos de todas las mujeres
independientemente de su clase y que la igualdad y las preocupaciones de
las mujeres podían ser satisfechas bajo el sistema capitalista. Esto
contrastaba con la posición del RSDLP, que defendía que sólo podrían
llegar a la emancipación de la mujer trabajadora mediante una
transformación económica y social que implicaba la abolición de la
propiedad privada y el establecimiento de una sociedad socialista.
Sin embargo, las ideas feministas burguesas empezaron a tener cierto
eco entre las mujeres obreras. Las feministas establecieron clubes
políticos y solicitaron a las mujeres trabajadoras su voto. También
crearon proyectos sociales y caritativos encaminados a mejorar la
situación de las mujeres de la clase trabajadora.
Kollontai se dio cuenta en una etapa temprana de los peligros que
planteaba para el marxismo la ideología feminista, que definía la
emancipación de la mujer en términos de derechos legales y civiles,
ignorando o minimizando los derechos sociales. Las mujeres de la clase
trabajadora podrían ser ganadas potencialmente a organizaciones que
parecían abordar sus preocupaciones especiales y la idea de una
“hermandad” interclasista y unida que podía, superficialmente, crear
cierto interés.
Este fue especialmente el caso, ya que los marxistas de la época no
parecieron dar la misma consideración a las cuestiones de la mujer.
Kollontai escribió: “Las mujeres trabajadoras comenzaron a percibir su
condición política inferior en términos de su sexo, y todavía no eran
capaces de conectar esto con la lucha general de su clase. Todavía
tenían que encontrar el camino que llevaría a las mujeres proletarias a
su liberación, todavía se aferraban a las faldas de las feministas
burguesas. Y las feministas intentaron por todos los medios establecer
contacto con las mujeres trabajadoras y tenerlas a su lado”. (Hacia una
Historia del Movimiento de Mujeres Trabajadoras).
Kollontai argumentó que no era suficiente afirmar que la liberación
de las mujeres se lograría a través del socialismo y que, por lo tanto,
los intereses de las mujeres eran los mismos que los de los hombres. Era
cierto que sólo al luchar junto a los hombres de la clase trabajadora
para cambiar la sociedad, las mujeres serían verdaderamente liberadas.
Sin embargo, las mujeres tenían problemas que les preocupaban
específicamente por su género y por su clase –eran doblemente oprimidas.
Las mujeres trabajaban en los trabajos menos calificados, cobraban
significativamente menos que los hombres, experimentaban el embarazo y
el parto, y tenían la responsabilidad principal de criar a los hijos y
llevar a cabo las tareas del hogar. También eran objeto de acaso sexual
en los puestos de trabajo, sufrían la violencia y el abuso en el hogar, y
eran discriminadas y oprimidas en la sociedad en general.
Los marxistas, argumentó Kollontai, tuvieron que abordar los
problemas específicos a los que se enfrentaban las mujeres para ganarlas
a las ideas del socialismo y alejarse de las falsas promesas del
feminismo burgués.
Era evidente que las mujeres no se unían a las filas del movimiento
marxista en números proporcionales a su participación en los puestos de
trabajo. Kollontai instó al RSDLP a desarrollar propaganda específica
dirigida a las mujeres de clase trabajadora y a hacer campaña por las
reformas que las beneficiarían directamente. También abogó por el
establecimiento de un departamento de mujeres, bajo la dirección general
y el programa del partido, que podría organizar y supervisar el trabajo
entre las mujeres y facilitar el reclutamiento e integración de mujeres
de la clase trabajadora dentro del partido.
Kollontai explicó sus ideas, escribiendo que: “La separación de la
lucha del proletariado femenino para su emancipación en una esfera
especial de la lucha de clases general, independiente hasta cierto
punto, no sólo no contradice los intereses de la clase obrera, sino que
es de un beneficio inconmensurable para la lucha general del
proletariado, como ha demostrado la práctica en los países en los que ya
se ha realizado dicha separación”. Esto era algo que Kollontai defendió
y promovió durante más de una década.
Ella creía que el partido tenía que ser visto para estar respondiendo
a los problemas especiales de las mujeres. No podía ignorar el hecho de
que la “carga triple” de trabajo, cuidado de niños y tareas domésticas
de las mujeres dificultaba mucho su participación política. Las mujeres
trabajadoras estaban agotadas y tenían poca energía o tiempo para
dedicarse a asistir a reuniones políticas o participar en actividades
políticas.
Las mujeres también estaban condicionadas por la sociedad a creer que
el activismo político no era un papel para ellas. Carecían de confianza
en sí mismas y en sus propias habilidades, lo que se vio agravados por
las actitudes de los hombres, incluidos muchos en el movimiento obrero,
que habían sido influenciados por los prejuicios de la sociedad en la
que vivían.
Los marxistas tuvieron que superar estos obstáculos, argumentó
Kollontai, e involucrar a las mujeres de clase obrera en el partido; y
esto significaba el despliegue de medidas especiales y la organización
consciente del trabajo entre las mujeres.
¿Un movimiento interclasista hacia la liberación?
Fijándose en la teoría sobre la opresión de las mujeres, el RSDLP se
basó principalmente en El origen de la familia, la propiedad privada y
el estado de Friedrich Engels y en La mujer bajo el socialismo de August
Bebel. Pero no había escritos marxistas que discutieran la estrategia
que el movimiento obrero debía emplear para involucrar a las mujeres de
la clase obrera en la lucha por cambiar la sociedad. El RSDLP en sí no
tenía ninguna literatura dirigida específicamente a las mujeres, con la
excepción de un folleto de 24 páginas La mujer trabajadora, escrito en
1900 por Krúpskaya, una de las primeras mujeres miembros del RSDLP.
En 1903, el RSDLP incorporó la igualdad de los sexos en su programa
político. Sus demandas incluían diez semanas de permiso de maternidad,
cuidados antes y después del parto y acceso a guarderías. Sin embargo,
se realizaba poco trabajo sistemático para conectar esas
reivindicaciones con las mujeres en sus lugares de trabajo.
Muchos miembros del partido no sólo eran hostiles a la idea de un
departamento de mujeres, sino que se oponían a la idea de propaganda o
campañas específicamente dirigidas a las mujeres trabajadoras. Muchos
equipararon esas medidas del “feminismo” con el “separatismo”, ya que
argumentaban que dividirían al movimiento; la lucha por transformar la
sociedad tenía que ser una lucha unida entre hombres y mujeres de la
clase trabajadora.
Kollontai estuvo de acuerdo en que la unidad de la clase trabajadora
era esencial, pero argumentó que no podía realizarse sin abordar la
opresión específica a la que se enfrentaban las mujeres. Alexandra
inició una campaña vigorosa contra los que sostenían que las mujeres no
necesitaban un “trato especial” y que ya se unirían automáticamente al
movimiento general. También se opuso a aquellos (incluyendo a muchas
mujeres miembros) que consideraban que el trabajo entre las mujeres era
poco importante, secundario, un desperdicio de recursos o una
distracción de la lucha de clases general.
Sólo a través de una campaña sistemática, consciente y organizada
–argumentaba- la participación de las mujeres de la clase trabajadora en
el partido podría coincidir con la de su participación en las fuerzas
de trabajo y, por lo tanto, fortalecer la lucha por transformar la
sociedad.
Hoy en día, el feminismo es un término muy amplio que abarca diversas
corrientes ideológicas, y realmente no se puede hacer una comparación
directa con el movimiento en Rusia a principios del siglo XX. Sin
embargo, la forma de relacionarse con las organizaciones de mujeres que
claman representar a las mujeres a través de las líneas de clase ha sido
un tema que los socialistas y las organizaciones de trabajadores han
tratado de abordar a lo largo de la historia del movimiento obrero – y
sigue siendo una cuestión relevante hoy en día.
Siempre han existido y siguen existiendo problemas que afectan a las
mujeres de todas las clases debido a su género. En los siglos anteriores
se han incluido a falta de derechos políticos, civiles y legales. La
violencia doméstica, la violación y el abuso, el acoso sexual, el
sexismo y las cuestiones de derechos reproductivos son experimentados
por las mujeres, independientemente de su clase, aunque su posición de
clase influye en las estrategias que las mujeres pueden usar para hacer
frente a estos problemas.
La opresión de género significa que siempre existe el potencial para
que surjan movimientos que abarquen a mujeres de diferentes clases y
diferentes ideologías. Al participar en movimientos y campañas en torno a
las preocupaciones especiales de las mujeres, los marxistas pueden, al
mismo que tiempo que luchan por defender y extender los derechos de la
mujer bajo el sistema actual, explicar que el capitalismo es incapaz de
lograr la igualdad o resolver los problemas de género concretos que las
mujeres sufren.
Esto abre la posibilidad de convencer a las mujeres obreras la
necesidad de involucrarse, junto con los hombres de la clase
trabajadora, en una lucha más amplia para cambiar la sociedad. Aunque
las mujeres de todas las clases pueden sufrir opresión por lo que al
género respecta, la lucha por la liberación de la mujer es una cuestión
de clase en el sentido que la opresión de las mujeres surgió con la
división de la sociedad en clases y ha sido perpetuada por las
diferentes formas de la sociedad de clases, incluyendo el capitalismo.
Sólo eliminando esta sociedad clasista y estableciendo el socialismo
puede establecerse la base para acabar con la opresión de las mujeres.
La actitud de la mayoría de marxistas en Rusia era evitar
completamente las organizaciones feministas burguesas, temiendo que los
miembros femeninos del partido pudieran ser “infectadas” por la
ideología feminista y las ideas separatistas. Kollontai adoptó un
enfoque diferente. Aunque era completamente hostil con las feministas
burguesas, entendió que los marxistas no podían simplemente ignorarlas y
dejar sin cuestionar su influencia sobre una parte de mujeres de la
clase trabajadora.
Las tácticas que Kollontai y un grupo de mujeres a su alrededor
utilizaban (actividades llevadas a cabo sin apoyo del partido) no eran
precisamente sutiles: asistían a las reuniones feministas y
“alborotaban” el ambiente. No es sorprendente que muchas veces se
enfrentaran con hostilidad. Cuando Kollontai asistió a la primera
reunión de la Unión por la Igualdad de la Mujer en abril de 1905 y se
opuso a la idea de un movimiento de mujeres que pudiera hablar en nombre
de todas las mujeres independientemente de su clase, fue atacada por
una de ellas diciendo que el estrangulamiento era incluso demasiado
bueno para lo que merecía.
Durante la revolución, se formaron espontáneamente los clubes obreros
informales. En la primavera de 1906 Kollontai, junto con un pequeño
grupo de mujeres de la clase obrera, hizo campaña para que los grupos se
abrieran para celebrar reuniones de mujeres. Después de una visita a
Alemania - donde el Partido Socialdemócrata (SPD), un partido de
trabajadores de masas que luego se basó en las ideas marxistas, tenía un
departamento de mujeres – Kollontai defendió la creación de una
departamento de esas condiciones dentro del comité del partido de San
Petersburgo. Alexandra consiguió la aprobación del partido para celebrar
una reunión de mujeres para discutir diferentes cuestiones pero, como
Kollontai relata en su autobiografía, antes de la primera reunión, la
sala fue cerrada con una nota que decía “La reunión para mujeres se ha
cancelado; mañana habrá una reunión sólo para hombres”.
Luchando contra la hostilidad, la indiferencia y hasta el prejuicio,
Kollontai consiguió finalmente un acuerdo con el partido para intervenir
en las reuniones feministas y llevar a cabo un trabajo legal con las
mujeres. Las feministas planeaban organizar un Congreso de Todas las
Mujeres Rusas en Diciembre de 1908. El lema del congreso era “El
movimiento de mujeres no debe ser ni burgués ni proletario sino un
movimiento para todas las mujeres”.
Kollontai emprendió una campaña para celebrar reuniones de mujeres
trabajadoras para elegir delegadas al congreso donde pudieran argumentar
contra las feministas burguesas y promover las necesidades y demandas
de las mujeres de la clase trabajadora. Miles de personas asistieron a
las reuniones, incluyendo las trabajadoras del cartón, caucho, tabaco y
calzado, aunque la mayoría de las delegadas eran de las fábricas
textiles.
Kollontai participó y habló en 52 reuniones en San Petersburgo entre
octubre y diciembre de 1908. Muchas se reunían, debido a la gran
represión del gobierno, encubiertas por el nombre de círculos de costura
o discusiones sobre higiene. Kollontai escribió su libro La base social
de la cuestión de la mujer para preparar políticamente a las delegadas
para intervenir en el congreso, aunque desgraciadamente se publicó
demasiado tarde para que desempeñara ese papel.
El congreso, que Kollontai tuvo que abandonar para evitar su arresto,
marcó la desaparición del movimiento feminista en ese periodo. El
movimiento colapsó por la represión del estado pero también por sus
propias contradicciones internas, entre ellas la imposibilidad de
conciliar los intereses de las mujeres obreras con la de las mujeres de
otras clases. En un movimiento que trataba de organizar juntas, por
ejemplo, a criadas y a quienes servían y fingir que esos dos bandos
tenían los mismos intereses, era inevitable que la tensión y el
conflicto fueran inherentes. Esta ha sido la experiencia de muchos
movimientos de mujeres a lo largo de la historia.
Exilio, guerra y revolución
Debido al periodo de reacción que se produjo después de la derrota de
la revolución de 1905, Kollontai se vio obligada al exilio para evitar
su arresto y no volvió a Rusia hasta el comienzo de la revolución de
1917. Pasó la mayor parte de su tiempo en Alemania, donde participó en
el trabajo político del SPD, en particular en las reuniones de los
trabajadores. También continuó escribiendo sobre temas de preocupación
para las mujeres y comenzó a desarrollar algunas de sus ideas sobre la
sexualidad y las relaciones personales. Kollontai se identificaba con
los mencheviques hasta 1915 cuando la actitud de los partidos - en ese
entonces ya separados- en la Primera Guerra Mundial la convenció a
unirse a los bolcheviques.
Un cambio importante tuvo lugar en la situación objetiva en Rusia en
1912 con la renovada actividad huelguística de muchos grupos de
trabajadores. Esto incluía a mujeres que estaban muy involucradas en
huelgas y manifestaciones en ese momento. La edición principal del
Pravda, el periódico bolchevique, publicó una serie de artículos sobre
la explotación de las mujeres en los puestos de trabajo. El número de
cartas de mujeres trabajadoras al periódico estaba aumentando
enormemente.
En 1913, el Comité Central Bolchevique acordó que era necesario un
“esfuerzo especial” para organizar a las trabajadoras. La edición de
1913 del Pravda para el Día Internacional de la Mujer recibió tantas
cartas de mujeres obreras que no se pudieron imprimir todas. Esto
influyó en la decisión de comenzar la publicación de un periódico
dirigido a las mujeres. El consejo de redacción incluía a Konkordia
Samoilova e Inessa Armand, quienes desempeñaron un papel importante en
el trabajo del partido entre las mujeres.
La primera edición del Rabotnista (que significa “mujer trabajadora”)
vendió más de 12.000 ejemplares. Entre febrero y junio de 1914 se
incluyeron siete publicaciones que contenían artículos generales sobre
la opresión de las mujeres, informes sobre las condiciones de las
fábricas y aspectos sobre el seguro de maternidad, guarderías, derechos
electorales y “problemas familiares”. Otras revistas bolcheviques como
Trabajadores del textil y Trabajadores del metal sacaron publicaciones
especiales para el Día Internacional de la Mujer.
El estallido de la guerra en 1914 atravesó estos desarrollos, pero en
1917 las condiciones para la revolución estaban madurando una vez más.
La afluencia de mujeres a la fuerza laboral durante la guerra significó
que una vez más representaban el 40% de todos los trabajadores. El
racionamiento del pan significaba que las mujeres debían hacer fila para
conseguir comida después de trabajar 12 horas en las fábricas. Según un
informe de la policía, “las madres de familias, agotadas por la
interminable situación en las tiendas y desesperadas por sus hijos medio
enfermos y hambrientos, hoy quizá están más cerca de la revolución [que
los líderes liberales de la oposición] y, por supuesto, son mucho más
peligrosas porque son material combustible y sólo es necesaria una
chispa para hacer todo estallar en llamas”.
Y, de hecho, las mujeres que se manifestaron en el Día Internacional
de la Mujer (8 de marzo) fueron la chispa que encendió la revolución de
1917. Diez mil salieron a las calles, invitando a los trabajadores de
las fábricas a unirse a ellas y exigiendo “Paz y pan” y “Abajo la
autocracia”.
A medida que se desarrollaba la revolución, León Trotsky habló sobre
la valentía de las mujeres frente las fuerzas del Estado: “Las mujeres
se acercan a los oficiales con más audacia que los hombres. Agarrando
sus rifles, asedian casi dando la orden de ‘bajar las bayonetas y uniros
a nosotros” (Historia de la Revolución Rusa).
En su retorno a Rusia, Kollontai se implicó en un torbellino de
reuniones y actividades políticas que la revolución había desatado.
Junto a Trotsky y Zinoviev, fue una de las oradoras más populares.
También fue una de las pocas bolcheviques en apoyar inicialmente Las
Tesis de Abril de Lenin, en las cuales llamaba a no apoyar al gobierno
provisional, ya que defendía que éste no podría lograr el pan, la paz o
la tierra, y argumentaba que el poder debía recaer sobre los soviets
–organizaciones democráticas de trabajadores, soldados y campesinos.
La revolución también revivió a las feministas que se manifestaron
por lograr el derecho a voto y que estaban empezando a recibir el apoyo
de las esposas de los soldados (soldatki), quienes estaban desesperadas y
eran incapaces de alimentar a sus hijos. Kollontai jugó un papel clave
en la organización de una manifestación de 15.000 soldatki que
reclamaban pagos de ayuda más altos, pan y paz. Miles y miles de las
trabajadoras más oprimidas empezaron a luchar por sus derechos. Las
criadas y las trabajadoras de restaurantes, por ejemplo, formaron sus
propios sindicatos y escogieron delegadas para los soviets.
Kollontai participó diariamente en el apoyo de una huelga donde 4.000
lavanderas llenaron las calles de San Petersburgo. Se esperaba que
trabajaran 14 horas al día por salarios de miseria y en horribles
condiciones laborales. El Pravda informó sobre la huelga, apeló a la
financiación y publicó una lista de nombres de las mujeres que habían
participado en la lucha. Finalmente, las huelguistas consiguieron una
victoria parcial y Kollontai escribió en el Pravda que las mujeres ya no
podían ser descritas nunca más como la “sección atrasada e
inconsciente” de la clase trabajadora.
En la Conferencia Bolchevique en abril de 1917, Kollontai defendió
que el Partido necesitaba un trabajo más sistemático entre las mujeres y
una vez más hizo un llamado a la creación de estructuras especiales
dentro del Partido para organizar todo esto. En muchas zonas ya se
estaban creando grupos extraoficialmente. En vez de ello, el Partido
decidió revivir Rabotnista para usar el periódico como una forma de
organización entre las mujeres de la clase trabajadora. La primera
edición agotó de manera inmediata los 40.000 ejemplares diarios y se
organizaron “concentraciones rabotnistas” en todo el país. Estas
concentraciones fueron clave para convencer a las mujeres de la clase
obrera que debían apoyar a los bolcheviques en la revolución que había
establecido un Gobierno Obrero en octubre de ese mismo año.
El nuevo Gobierno Soviético se dedicó a la enorme tarea de construir
una nueva sociedad. Kollontai hizo grandes aportaciones y contribuciones
en todo ese proceso en el periodo inmediatamente posterior a la
Revolución, particularmente con la participación de las mujeres de la
clase trabajadora en esa tarea y tratando de satisfacer sus necesidades,
no sólo como mujeres sino también como trabajadoras.
La promesa de la Revolución
La autobiografía de Kollontai deja entrever las enormes dificultades
que enfrentó el nuevo Gobierno Obrero para iniciar las tareas de la
construcción de la nueva sociedad en un país económicamente atrasado y
devastado por la guerra.
A finales de Octubre de 1917 Kollontai fue elegida Comisaria del
Pueblo de Bienestar Social. Lo que era el “bienestar social” no estaba
muy claro al principio; parecía ser una especie de servicios sociales
que ayudarían a los sin techo, víctimas de la guerra, ancianos, niños
etc. Inmediatamente su Comisariado fue sitiado por gente desesperada que
exigía soluciones inmediatas a sus terribles problemas. De alguna
manera, se esperaba que Kollontai pudiera solucionar toda esta
situación, teniendo que hacer frente, además, a no tener una
financiación adecuada para el trabajo de su departamento y al sabotaje
activo y la obstrucción de los ex empleados zaristas.
Kollontai también participó en la elaboración de leyes y decretos
gubernamentales destinados a mejorar la situación de la mujer. Se les
concedió plena igualdad civil, legal y electoral. Se estableció el
principio de a igual trabajo igual salario, y se aprobó la legislación
para proteger a las mujeres en los lugares de trabajo, incluyendo la
exención de empleos que perjudicaran a la salud y los que no respetaran
el límite de horas y turnos de trabajo.
El Gobierno Soviético también aprobó la Ley de Matrimonio en
diciembre de 1917, que reemplazó el matrimonio por la iglesia por el
civil, el llamado “matrimonio registrado”. El divorció se volvió
accesible, y las mujeres podían elegir qué apellido querían mantener.
Además, el concepto legal de “ilegitimidad” fue abolido.
El gobierno soviético también introdujo una ley del matrimonio en
diciembre de 1917, que reemplazó el matrimonio de la iglesia con civil,
el matrimonio registrado. El divorcio se hizo más fácil, las mujeres
podían elegir qué apellido querían usar, y el concepto legal de
ilegitimidad fue abolido.
Kollontai se preocupó particularmente por la cuestión de la
maternidad y la protección de las madres trabajadoras. Las condiciones
en las fábricas eran tan atroces que era muy frecuente que las mujeres
embarazas trabajaran hasta el día del parto –algunas de ellas dando a
luz en la suelo de la fábrica- y luego regresaran al trabajo casi de
inmediato porque no podrían permitirse el lujo de tomarse días libres.
En los nueve años que estuvo en el exilio en Europa antes de la
Revolución de 1917, Kollontai llevó a cabo una amplia encuesta sobre el
seguro de maternidad en los países europeos con la que redactó un libro
de 600 páginas titulado Sociedad y Maternidad. Alejandra argumentó que
tanto el parto como la educación y crianza de los hijos no deberían
verse como única carga individual para las mujeres ya que es una función
social que beneficia a la sociedad en su conjunto y por lo tanto,
debería ser financiada por la sociedad en su global.
Sus ideas influyeron en la política social soviética. El Gobierno
introdujo 16 semanas de permiso de maternidad remuneradas. Las madres
lactantes no podían trabajar más de cuatro días a la semana, debían
tener tiempo libre regulado para dar el pecho, y los lugares de trabajo
debían tener enfermerías. Todas las mujeres, sin importar si estaban
casadas o no, serían pagadas al tomarse tiempo libre del trabajo para
ayudar a compañeras o amigas con el nacimiento de sus hijos. Estos
beneficios estaban muy por delante de todos los demás países europeos.
Kollontai también estableció (no sin grandes dificultades) los hogares
modelo de madres y bebés.
El Socialismo y la Familia
En muchos de sus escritos, Kollontai profundizó y amplió las ideas
del marxismo en referencia a la opresión de la mujer, la familia y las
relaciones personales. Con el capitalismo y el latifundismo derrocados
en Rusia, estos aspectos ya no debían ser meramente teóricos sino que
requerían de una atención concreta por parte del nuevo gobierno
soviético.
Si las mujeres querían ser realmente liberadas, como Kollontai
defendía, tenían que liberarse de las limitaciones de la familia como
institución en la sociedad de clases. En El Origen de la Familia, la
Propiedad Privada y el Estado, Friedrich Engels señaló las primeras
sociedad pre-clases que habían existido donde no había una opresión
sistemática de las mujeres y donde la unidad social básica no era
familia, sino el “gens” (el grupo comunal). Los arreglos sociales no
fueron fijados para siempre, sino que se transformaron a medida que la
base económica de la sociedad cambió, por medio de un complejo e
interrelacionado proceso.
Engels argumentó que la opresión institucionalizada a las mujeres
surgió con la aparición de la sociedad dividida en clases (como la
esclavitud) donde la familia reemplazó al grupo comunal como la unidad
social primaria. Las relaciones económicas se reflejaban dentro de la
familia, donde las mujeres se convertían efectivamente en propiedad
privada de los hombres. En particular, los hombres controlaban la
sexualidad de las mujeres para garantizar la legitimidad de los hijos
con la herencia.
El capitalismo adoptó y moldeó la institución de la familia y la
opresión de la mujer para satisfacer sus necesidades económicas y
sociales. La posición socialmente inferior de la mujer históricamente,
por ejemplo, permitió al capitalismo justificar y obtener beneficios a
la hora de pagar a las mujeres de la clase trabajadora salarios más
bajos y emplearlas en peores condiciones que a los hombres.
En sus escritos, Kollontai explicó cómo los procesos económicos
capitalistas habían atraído a las mujeres de la clase trabajadora en un
crecimiento en las fuerzas de trabajo, disminuyendo así su dependencia
económica de los hombres. Esto fue un avance positivo, aumentando la
confianza entre las mujeres y la consciencia de la necesidad de luchar
colectivamente. Pro Kollontai no se hacía ilusiones sobre los problemas
que todavía debían enfrentar las mujeres de la clase trabajadora. “El
trabajo conduce a las mujeres por el camino recto hacia su independencia
económica, pero las relaciones capitalistas actuales hacen que las
condiciones de trabajo sean insoportables, desastrosas para ellas; estas
condiciones las sumergen en la pobreza más abismal; todos los horrores
de la explotación capitalista son familiares para ellas y las obligan a
conocer todos los días un sufrimiento máximo, creado por condiciones de
producción que son destructivas para la salud y la vida” (La base social
de la cuestión de la mujer).
Al mismo tiempo que explotan el trabajo de la mujer en los puestos de
trabajo, el capitalismo sigue dependiendo del trabajo no remunerado de
las mujeres en el hogar. Si el cuidado de los niños pequeños y las
tareas del hogar no se llevaran a cabo de forma gratuita dentro de la
familia, entonces el capitalismo tendría que proporcionarlos como
servicios públicos o aumentar los salarios para que pudieran ser un
servicio privado – ambas cosas interferirían en los beneficios de la
clase capitalista y por tanto lucharían en contra de eso. ¿Por qué –se
pregunta Kollontai en El comunismo y la Familia– sólo las mujeres ricas
deberían verse liberadas de la carga del trabajo doméstico como la
limpieza, la cocina, el lavado y los arreglos?
Para la clase obrera y especialmente para las mujeres campesinas en
Rusia, el trabajo doméstico era poco más que “esclavitud doméstica”; las
mujeres deben tener tiempo para dedicarse al trabajo fuera del hogar,
tiempo para las actividades de ocio y para participar en el
funcionamiento de la sociedad. Sin embargo, para que eso suceda, el
trabajo doméstico y el cuidado de los niños no sólo podían ser la
responsabilidad individual y privada de las mujeres, sino que tenían que
ser socializadas y abastecidas públicamente por el Estado.
El Programa del Partido Comunista de 1919 (tal y como los
Bolcheviques lo nombraron) anunciaba “El Partido no se limita a la
igualdad formal de las mujeres sino que se esfuerza por liberarlas de
las cargas materiales del trabajo doméstico obsoleto reemplazándolo por
casas comunales, comedores, lavanderías, etc.”. Las mujeres se
involucraron a nivel local en la campaña por la creación y el
funcionamiento de servicios sociales. Hacia 1920, el 90% de la población
de Petrogrado comían en comedores sociales pero el número y la calidad
de las instalaciones variaban enormemente en todo el país.
Kollontai reconoció que la socialización del “trabajo de las mujeres”
no podía aplicarse fácilmente en una economía subdesarrollada y
devastada por la guerra y la guerra civil. En 1920, la producción de
productos manufacturados fue sólo un 12.9% de su nivel en 1913. Entre
1919 y 1920, siete millones y medio de rusos murieron por hambre y
epidemias.
Esta situación extrema imponía serias limitaciones a la capacidad del
gobierno revolucionario para proporcionar servicios públicos decentes.
La comida servida en los comedores públicos era a menudo de mala calidad
y a veces inexistente. A menudo, las “casa comunales” eran poco más que
viviendas superpobladas, con varias familias obligadas a compartir
instalaciones de cocina e inodoros.
A pesar de los intentos heroicos de superar estas limitaciones y de
los esfuerzos de las propias mujeres para establecer servicios decentes,
muchas mujeres, comprensiblemente, dieron la espalda a las
instalaciones comunales y volvieron a su papel tradicional dentro de la
familia. “La revolución ha traído los derechos de las mujeres sobre el
papel, pero de hecho sólo ha hecho la vida más pesada para ellas”,
escribió Kollontai en su autobiografía. Sin embargo, reconoció la
importancia simbólica de las reformas que el gobierno soviético estaba
introduciendo. “Fue, hacia el final, una época maravillosa. Teníamos
hambre y estuvimos muchas noches sin dormir. Había muchas dificultades,
desgracias y posibilidades de derrotas. El sentimiento que nos ayudó a
aguantar fue todo lo que produjimos, aunque no fuera más que un decreto,
sería un ejemplo histórico y ayudaría a otros a avanzar. Trabajamos no
sólo para nuestro tiempo sino también por el futuro”.
Organización para la liberación
Los Bolcheviques siempre creyeron que no sería posible construir el
socialismo en un país aislado y económicamente y culturalmente atrasado
como Rusia. Eran internacionalistas y buscaban la revolución también en
los países capitalistas avanzados para ayudarles en la lucha. Todas las
reformas que aplicaron no eran sólo en interés de los trabajadores y
campesinos de Rusia sino que querían dar ejemplo a la clase trabajadora a
nivel internacional. “Incluso si somos vencidos”, escribió Kollontai,
“hemos hecho grandes cosas, estamos abriendo el camino, aboliendo viejas
ideas”.
El gobierno obrero también debía tener en cuenta la consciencia
existente tanto de las mujeres como de los hombres, especialmente en el
campo (que era la gran mayoría). La familia campesina todavía estaba
estructurada sobre una base patriarcal, con el hombre como cabeza de
familia teniendo el poder y el control sobre su esposa, incluyendo el
derecho al castigo físico. Las actitudes sociales eran extremadamente
atrasadas. Existía un famoso un dicho popular ruso que decía “una
gallina no es un pájaro y una mujer no es una persona”.
Muchas mujeres campesinas se opusieron a la idea de centros
comunitarios, aterrorizadas porque creían que el gobierno soviético
quería quitarles a sus hijos. Kollontai explicó que para asentar las
bases de la liberación de las mujeres no sólo de haber una
transformación económica sino también una revolución cultural y
psicológica. Había que emprender una campaña consciente para transformar
las actitudes de los hombres y las mujeres.
Las mujeres, argumentó Kollontai, tenían que ser participantes
activas en su propia liberación. En noviembre de 1918 Alejandra
participó en la organización de un Congreso Nacional de Mujeres, al que
asistieron 1.147 delegadas, entre ellas 100 representantes de las
campesinas, superando con creces las expectativas. En el Congreso se
debatió toda una serie de cuestiones que preocupaban a las mujeres,
incluyendo la cuestión del lenguaje sexista, con el voto del Congreso
para prohibir la palabra “baba” (podría traducirse como “las brujas
campesinas”), que se usaba comúnmente como un término peyorativo.
El Congreso también votó a favor de que se crearan “comisiones” de
mujeres del Partido en todos niveles para involucrar a las mujeres en el
Partido y en la construcción de la nueva sociedad. Finalmente en 1919
se creó un departamento especial de mujeres –el Zhenotdel- para realizar
trabajo entre éstas. Esto era una idea por la que Kollontai estuvo
haciendo campaña desde 1906, aunque ella no fue la directora hasta
después de la muerte de Inessa Armand en 1920.
El Zhenotdel fue establecido en plena guerra civil en Rusia. Una de
sus primeras tareas, por lo tanto, fue movilizar a las mujeres para
defender la revolución y sus conquistas contra las fuerzas de la
reacción y la contrarevolución. Kollontai vió que, a pesar de los
sufrimientos, la privación y el horror, la guerra civil ofrecía sin
embargo una oportunidad enorme para que las mujeres jugaran un papel
activo en la sociedad, sentando las bases de su futura emancipación.
Durante la guerra civil, las mujeres estuvieron involucradas en todos
los ámbitos de la actividad política, incluyendo la batalla en primera
línea con el Ejército Rojo. Kollontai defendía que al terminar la
guerra, las mujeres no debían volver al aislamiento de la unidad
familiar. Para ella, el Zhenotdel tenía un papel crucial que desempeñar
en hacer crecer la conciencia política de las mujeres y su papel en la
sociedad, así como en la representación de los intereses de la mujer
dentro del partido y el gobierno.
El trabajo del Zhenotdel era extremadamente diverso cubriendo
aspectos tales como el cuidado de los niños, la vivienda y la sanidad
pública. Como resultado de la presión que era capaz de ejercer, el
gobierno soviético en 1920 legalizó el aborto en los hospitales
estatales. También participó en la lucha contra la prostitución, un
problema social que había comenzado a desaparecer inmediatamente después
de la Revolución de 1917, pero que estaba creciendo debido al
empeoramiento de las condiciones económicas causadas por la guerra
civil.
Kollontai había escrito una serie de artículos sobre este tema en
1910 mientras estaba en el exilio. La prostitución, escribió, redujo a
las mujeres en “simples instrumentos de placer”. Sin embargo, se opuso a
cualquier sanción legal. Las prostitutas eran víctimas de las
condiciones económicas y sociales, argumentó. El Gobierno revolucionario
tenía que concentrarse en ofrecer alternativas a las mujeres,
animándolas a capacitarse para puestos de trabajo y desarrollar su
autoestima, así como proporcionar atención médica a quienes la
requerían.
El Zhenotdel utilizó varias medidas para involucrar a las mujeres en
el Partido y en el funcionamiento de la sociedad. Entre ellas se
encontraban conferencias de delegadas de mujeres obreras y campesinas.
Las mujeres fueron destinadas a los departamentos gubernamentales y al
trabajo del Partido. Algunas obtendrían trabajos permanentes mientras
otras volverían a sus experiencias para elevar la conciencia de otras
mujeres. Jóvenes, alfabetizadas, mujeres de la clase trabajadora que
tenían entusiasmo y energía fueron empleadas como voluntarias para hacer
“trabajo de extensión” con otras mujeres en el campo y partes remotas
del país.
Aunque el Zhenotdel produjo publicaciones como el periódico
Rabotnista (mujer trabajadora) y la revista teórica Kommunista, muchas
mujeres eran analfabetas, por lo que las discusiones, exposiciones,
diapositivas etc. fueron mucho más efectivas para llegar a esas mujeres,
especialmente a las campesinas. Agit-trenes, agit-barcos incluso
agit-tiendas fueron usados para extender las ideas. [Los agit-trenes
eran locomotoras decoradas con coches auxiliares especiales equipados
para los propósitos de propaganda (llevaban a bordo una imprenta,
oficinas de denuncias del Gobierno Soviético, panfletos…) que viajaban
por Rusia, Siberia y Ucrania en el intento del Gobierno de inculcar los
valores y el programa revolucionario a un campesinado disperso y
aislado.]
Había problemas particulares para llegar a mujeres musulmanas en Asia
Central. Las voluntarias fueron atacadas por hombres con perros
salvajes y agua hirviendo y algunas fueron golpeadas hasta la muerte.
Las trabajadoras del Zhenotdel tuvieron que adaptarse a esa peligrosa
situación reuniéndose secretamente en termas.
El Zhenotdel se encontró con muchos obstáculos. Las mujeres estaban
agotadas, cargadas de responsabilidades laborales y familiares, y a
menudo ignoraban las iniciativas del Zhenotdel. Los departamentos de
mujeres estaban desesperadamente sin personal en todos los niveles y
todavía tenían que lidiar con los prejuicios y la hostilidad de los
miembros del partido, especialmente en las regiones. Como consecuencia,
se debilitó el enlace con otros departamentos, lo que planteó el peligro
del separatismo y socavó la eficiencia.
Sin embargo, gran parte del trabajo del Zhenotdel fue extremadamente
eficaz en la participación de las mujeres, elevando su consciencia y
asegurando que sus preocupaciones fueran abordadas por el Partido y el
Gobierno.
Una revolución en la psique humana
Económica y culturalmente, la Rusia de después de la revolución era
un país extremadamente subdesarrollado. Una campaña consciente para
cambiar las actitudes e involucrar a las mujeres en el funcionamiento de
la sociedad sería necesaria en el periodo de transición después de una
revolución social en un país capitalista avanzado. Los prejuicios, el
sexismo y la discriminación están profundamente arraigados en la
sociedad de clases. Tanto hombres como mujeres traían a la nueva
sociedad actitudes sociales que habían sido moldeadas por el
capitalismo. Por consiguiente, habría que emprender una lucha ideológica
y cultural para transformar actitudes e ideas.
En varios de sus escritos, Kollontai exploró la conexión entre el
cambio social y las relaciones personales. Una de las consignas del
movimiento de liberación de las mujeres en la década de 1970 fue el “lo
personal es político”. Pero esta era una idea que Kollontai ya estaba
enfrentando a principios del siglo XX.
Alejandra reconoció cómo las relaciones personales más íntimas son
modeladas por estructuras económicas y sociales. La desigualdad social
se refleja en las relaciones sexuales. Las mujeres fueron socializadas
bajo el capitalismo para hacerlas creer que su identidad dependía de su
papel como esposa y madre. Las “normas” de la sociedad capitalista
exigían que las mujeres fueran sumisas y subordinadas. Éstas eran ideas
que las mujeres internalizaban a lo largo de sus vidas. Los hombres, por
otra parte, estaban condicionados a creer que su papel era dominar y
controlar las relaciones personales.
Estas actitudes a su vez impactaron en las relaciones sexuales.
Kollontai se basó en sus propias experiencias para desarrollar sus
ideas. “Una y otra vez el hombre siempre intenta imponer su ego sobre
nosotras y hacernos adaptar plenamente a su propósito”, escribió en su
autobiografía. En cada relación que tuvo, Alejandra luchó para mantener
su propia individualidad e independencia y esto se refleja en sus
escritos, incluyendo sus novelas.
Era importante –argumentó- que los hombres estuvieran interesados en
las mujeres como iguales intelectuales y no sólo como objetos sexuales.
“Un hombre sólo vería en mí el elemento femenino, tratándolo de moldear
en un tablero de sonar en plena disposición a su ego”. Kollontai también
criticó el doble estándar que la sociedad imponía a los hombres y a las
mujeres con respecto a las relaciones personales y sexuales. Alejandra
tuvo una experiencia personal como esta con el marinero bolchevique
Dybenko, que era 17 años más joven que ella y de una clase social
diferente – provocando un escándalo menor incluso dentro de los círculos
revolucionarios.
Al igual que Engels, Kollontai no trató de ser prescriptiva sobre la
forma en que las relaciones personales serían en la nueva sociedad.
Engels personalmente pareció favorecer la monogamia heterosexual, pero
en El origen de la familia dejó abierta la forma en que la familia
tomaría forma bajo el socialismo. “Esto se resolverá después de que una
nueva generación haya crecido, una generación de hombres que nunca hayan
tenido la ocasión de comprar la rendición de una mujer con dinero o con
cualquier otro medio de poder social; y una raza de mujeres que nunca
se hayan visto obligadas a rendirse a ningún hombre por ninguna
consideración distinta a la del amor verdadero; o a abstenerse de darse a
sus amantes por temor a las consecuencias económicas. Una vez que estas
personas aparezcan, no les importara en absoluto lo que hoy pensamos
que deberían hacer. Ellos establecerán su propia práctica y su propia
opinión pública… y esta es la finalidad última”.
Los detractores de Kollontai la acusaron de abogar por la
promiscuidad sin restricciones. De hecho, ella criticó las fugaces y
superficiales y a veces brutales relaciones que las que muchos
recurrieron durante la dislocación y los peligros del periodo de la
guerra civil. Alejandra sostenía que una “nueva moralidad” surgiría del
proceso de construcción de la nueva sociedad; las relaciones no serían
necesariamente monógamas o duraderas. Los hombres y las mujeres (no hizo
referencia a las relaciones del mismo sexo) permanecerían juntos
mientras el amor durara y se separarían cuando se terminara. Como las
mujeres no serían económicamente dependientes de los hombres y los niños
serían responsabilidad de la sociedad en su conjunto, no se darían las
mismas complicaciones que suceden bajo el capitalismo cuando las
relaciones se rompen.
La gente tendría libre elección en las relaciones sexuales basadas en
la atracción sexual mutua. Kollontai escribió sobre el “amor erótico”
al que erra se refirió como “Eros alado” –amor no posesivo basado en la
compatibilidad emocional, la cercanía espiritual, la igualdad y el
respeto; un amor liberado de las limitaciones de la sociedad burguesa.
Cambiar las relaciones de propiedad sentaría las bases para que las
relaciones libres se desarrollaran, pero tendrían que ir acompañadas de
una “revolución en la psique humana”. “Sin una reeducación fundamental
de nuestra psique los problemas de los sexos no serán resueltos”.
Las profundas raíces de la opresión
Kollontai no estaba defendiendo que los hombres y las mujeres
simplemente debían esperar a la nueva sociedad. “Cuando uno habla de la
moralidad sexual y de la clase obrera, a menudo te puedes encontrar con
un argumento superficial que dice que “no hay lugar para esto hasta que
la base económica se haya transformado”. Como si la ideología de clase
fuera construida justo después del cambio en las relaciones sociales y
económicas”, escribió. El surgimiento de una nueva moral sería un
proceso social complejo que podría llevar generaciones. Pero la base
para su desarrollo ya estaba siendo extendida dentro del capitalismo y
los cambios estaban teniendo lugar en la unidad familiar.
Esto se puede ver hoy en día en los países capitalistas más
desarrollados, donde las relaciones personales y la posición subordinada
de la mujer en la familia y en la sociedad han cambiado sin duda
alguna. Sin embargo, sigue siendo cierto que la mayoría de las mujeres,
incluso las que tienen puestos de trabajo a tiempo completo, tienen la
principal responsabilidad en el cuidado de los niños, lo que impone
restricciones y cargas tanto a su vida personal como laboral.
A pesar del aumento de la independencia económica de las mujeres, los
avances en el control de la natalidad, el desarrollo histórico del
Estado del bienestar y el acceso a un divorcio más fácil; la naturaleza
desigual, explotadora y jerárquica del capitalismo se refleja todavía en
las relaciones personales. El hecho de que una de cada cuatro mujeres
todavía sufra violencia doméstica en algún momento de sus vidas, que el
sexismo y la opresión cultural de las mujeres siga siendo frecuente en
forma de pornografía y su denigrante representación en la publicidad,
etc, nos muestra cómo de profundas son las raíces de la opresión hacia
la mujer y cómo, a pesar de los avances que se han hecho, las mujeres no
pueden ser verdaderamente liberadas en ningún aspecto de sus vidas bajo
el capitalismo.
Las ideas de Kollontai sobre las relaciones familiares y personales
obtuvieron cierto eco entre una capa de la juventud en el periodo
post-revolucionario. Muchos experimentaron con formas nuevas y
alternativas de relaciones. Pero en una situación de catástrofe
económica, un bloqueo armado y una guerra civil en la que estaba en
juego la propia supervivencia de la nueva sociedad, sus ideas parecían
periféricas a la tarea central de reconstruir un país devastado por la
guerra.
Kollontai podía ser criticada por no conectar suficientemente sus
teorías sobre las relaciones sexuales y personales con las discusiones
sobre cuestiones políticas y teóricas más amplias en la sociedad
soviética. En esos debates más amplios, Kollontai tampoco tuvo en cuenta
las condiciones económicas y sociales existentes. Este fue el caso en
1922 cuando apoyó a la Oposición Obrera en su demanda de transferir la
gestión económica a los sindicatos. Bajo una economía socialista
desarrollada, esta sería una demanda correcta, pero en la realidad
concreta de la economía soviética atrasada, dislocada y aislada habría
significado el desastre.
Una combinación de atraso económico y el fracaso de los movimientos
revolucionarios para derrocar el capitalismo en los países capitalistas
avanzados condujo a una degeneración de la nueva sociedad y al
surgimiento de una élite burocrática bajo Stalin. Kollontai escapó de
las horribles purgas y excesos de los años 30 al “mantener la cabeza
baja” como diplomática de la Unión Soviética en el extranjero. Ella
mantuvo su silencio mientras sus camaradas eran asesinados y muchos de
los logros que las mujeres habían conseguido en el periodo
post-revolucionario fueron revertidos por el régimen estalinista para
defender los propios intereses de la burocracia.
Exactamente lo que estaba pensando o experimentando en ese momento es
desconocido, aunque sus biógrafos señalan una sensación de impotencia
por su parte; la sensación de que no se podría hacer nada para combatir a
la burocracia; una desmoralización y una falta de confianza en la
capacidad de la Oposición de Izquierdas reunidos alrededor de Trostky
para detener la contrarevolución política que estaba teniendo lugar.
El régimen estalinista distorsionó muchas de las ideas de Kollontai
que estaban en conflicto con el objetivo de la burocracia de suprimir el
pensamiento crítico y reforzar y moldear la unidad familiar individual
para mantener la disciplina y la estabilidad y para satisfacer sus
necesidades económicas y sociales.
Alejandra Kollontai murió de vejez en 1952, habiéndose acomodado al
régimen estalinista. Sin embargo, su capitulación ante el estalinismo no
disminuye en modo alguno la importancia de sus ideas sobre la opresión
de las mujeres y las luchas que llevó a cabo para involucrar a las
mujeres de la clase trabajadora en la lucha por transformar la sociedad.
Todos aquellos que hoy en día estamos luchando por poner fin a la
opresión de la mujer todavía tenemos mucho que aprender con el estudio
de los escritos y las actividades de Kollontai.
Comentarios
Publicar un comentario